Una sonrisita de Carlos Marx

Dos artículos: ¨La resurrección de Marx¨ y ¨No habrá aterrizaje suave¨ de Narciso Isa Conde y Jorge Gómez Barata, respectivamente

Bien se ha dicho que las grandes crisis podrían –aunque no obligatoriamente- ponerle fin al sistema capitalista, al tiempo que tienen la virtud de resucitar al viejo Marx con una sonrisa en los labios y devolverle actualidad al socialismo; en este caso no precisamente al “socialismo irreal” que fracasó, pero si a un socialismo libertario y participativo.

Eso está pasando en la actualidad. La presente crisis estadounidense equivale a la crisis del “centro del mundo”; esto es, a la crisis del centro del capitalismo y de todo el sistema imperialista mundial; y ella se perfila como la de mayor fuerza expansiva y de mayor profundidad en toda la n del sistema, tiene un enorme poder de arrastre.

En diciembre de 1999 a raíz de la publicación de mi libro “Rearmando la Utopía.-Del neoliberalismo global al nuevo socialismo mundial” señalé:
“A las puertas del nuevo milenio phistoria del capitalismo, pues dados los altísimos niveles de globalización–mundializaciórecisamente el capitalismo actual arrastra consigo una de las crisis estructurales mas profundas y prolongada de su existencia…Estamos frente a una crisis que estremece la civilización humana y avanza en medio de la globalización neoliberal, de las privatizaciones y de la financierización del capitalismo hacia una gran y multifacética crisis global…”

“En su vertiente económica es esencialmente otra crisis de sobreproducción, otro choque brutal entre el desarrollo de las fuerzas productivas y las relaciones de producción, entre el carácter social de la producción y el carácter privado de la apropiación del producto del trabajo; ahora usurpado por la especulación financiera y la propiedad altamente concentrada.

Esa tendencia no se hizo esperar, más bien se desplegó en los últimos 9 años hasta alcanzar su madurez actual.

La reestructuración neoliberal, la desregulación de la economía, la liberalización de los mercados, la financierización del sistema capitalista, la privatización de lo público y lo social, la conquista militar de las áreas ricas en recursos naturales estratégicos, las nuevas guerras imperialistas, la globalización con esa impronta egoísta y destructiva… como respuesta de las elites capitalistas a la crisis estructural de final de siglo XX, si bien disparó de nuevo a su favor ganancias y riquezas, revirtió esa crisis contra el resto de la humanidad, la transformó en una crisis de existencia del planeta y sus habitantes.

En el centro de esa reestructuración perversa se situó EEUU, provocando la conversión de su otrora poderosa economía productiva en un enorme sistema especulativo- parasitario, en un mega-mercado alimentado por una fiebre consumista sin precedente en la historia de la humanidad y en una economía de guerra insostenible a mediano plazo.

En los últimos 30 años convergieron en esa sociedad diversas crisis hasta provocar la grave e insoportable situación actual.
“Los datos- como dice Hedelberto López Blanch- hablan por sí solos: La cuenta corriente de la balanza de pago que contabiliza los intercambios de mercancías y servicios con el exterior alcanzó en 2007 un déficit superior a 750 000 millones de dólares, o sea, 5,6 % de su PIB.

La deuda externa de Washington, desde la llegada de Bush al poder, creció más de un 50 % y a finales del pasado año se ubicaba en 9 billones de dólares que representa el 65 % del PIB. El déficit fiscal del gobierno federal se situará a fines de 2008 en –2 % contrariamente al superávit de 2,5 % dejado al término de la segunda administración de William Clinton.

La deuda total estadounidense (pública, empresarial y personal) llegaba a los 48 billones de dólares: más de tres veces el PBI norteamericano y superior al Producto Bruto Mundial.”(“La enferma economía estadounidense”.-Rebelión)
Las guerras en Irak y Afganistán, por demás, han costado 900 mil millones de dólares y una nueva solicitud de otros 600 mil.

EL desplome financiero tenía que venir y llegó con un incontenible poder expansivo a escala mundial. El sistema es único y global y su centro esta metido en un gran atolladero: hacia él se devolvió la crisis de existencia planetaria que provocaron las nefastas recetas neoliberales.

El germen de la destrucción, que según Marx el capitalismo lleva dentro de sí, se ha potenciado. La humanidad no tiene futuro por esa vía. Caos económico inicial y devastación social son realidades ya presentes.

Pero las grandes crisis tienen generalmente diversas salidas y la que hoy agobia a la humanidad y llena de pánico a la gran burguesía mundial y a las partidocracias gubernamentales, podría dar lugar a una recomposición del capitalismo por caminos diferentes al neoliberal, o generar un intenso y prolongado caos, o servir de punto de partida para un nuevo tránsito revolucionario hacia un orden social y político alternativo al capitalismo actual: hacia un nuevo socialismo.

Los(as) revolucionarios(as) del mundo debemos apostar a esta última opción, teniendo siempre presente que el capitalismo es como el caimito: no se cae por si solo: hay que tumbarlo y reemplazarlo. Nuestra América orgullosamente ha comenzado a dar los primeros pasos en esa dirección. Es hora de acelerar el paso.

Narciso Isa Conde

NO HABRÁ ATERRIZAJE SUAVE

Ninguna crisis en el centro de la economía global puede ser local y ningún evento de las dimensiones del que tiene lugar en las finanzas norteamericanas obedece a una sola causa y sus soluciones no serán rápidas ni indoloras.

Con o sin plan de rescate, la crisis está en marcha, no afectará exclusivamente a las altas finanzas y los únicos perjudicados no serán los grandes banqueros y los barones del dinero.

En mayor o menor medida y con más o menos velocidad, como anillos concéntricos, los efectos se expandirán afectando a la economía material, en primer lugar la producción industrial, agrícola y las construcciones, especialmente viviendas e infraestructuras. Con menos dinero y más incertidumbre, la gente comprará lo imprescindible, el comercio se resentirá y crecerá el desempleo, reduciendo el poder adquisitivo y dañando el nivel de vida de la mayoría de los norteamericanos.

Naturalmente, mediante la interacción de los vasos comunicantes de la economía global, especialmente por el movimiento de mercancías y de capitales, será inevitable un efecto dominó que, aunque con ritmos y consecuencias diferentes, trasladará la crisis a las economías extranjeras en las que el impacto dependerá del nivel de desarrollo y el grado de dependencia de cada país respecto al mercado y las finanzas norteamericanas; no obstante, nadie quedará al margen.

No escaparan los países que como Japón, China, Corea del Sur y otros son exportadores de manufacturas, equipos o materias primas al mercado norteamericano y que además poseen grandes reservas en dólares. Aunque con menos dramatismo, serán impactadas grandes economías desarrolladas como las de Alemania e Inglaterra y de naciones solventes como las nórdicas y las de los países bajos, aunque los avances en la integración económica y política refuerzan el blindaje europeo.

Los países latinoamericanos, tanto aquellos que como Brasil, Argentina y Chile son grandes exportadores al mercado norteamericano, afrontarán consecuencias que algunos podrán atenuar por la existencia de considerables reservas monetarias y por haber avanzado en la diversificación de su comercio. El caso de México que hace décadas apostó a la imbricación de su economía con la de Estados Unidos es de pronóstico reservado.

Como siempre ocurre, la situación es más dramática para los países más pobres, más pequeños y más dependientes de las exportaciones, los créditos, las ayudas de Estados Unidos y las remesas de sus ciudadanos radicados allí, que ya han comenzado a reducirse drásticamente.

La crudeza del impacto sobre los individuos y las familias estadounidenses, especialmente las de menores ingresos, dependerá de las políticas que el Estado norteamericano adopte para proteger la economía doméstica y asistir a la clase media y a los sectores más vulnerables. No obstante, dado el diseño de aquella sociedad regida por principios liberales, nadie debe esperar opciones asistenciales generosas; más bien, el destino de cada cual dependerá de su solvencia, de sus ahorros y de su propia capacidad para encarar la crisis y afrontar sus efectos.

No se trata de una visión apocalíptica ni de pronosticar que la clase media, la aristocracia obrera, los granjeros y los pequeños y medianos empresarios norteamericanos estén amenazados por la pobreza ni de que exista la posibilidad de que ese país colapse, no obstante, todos sus ciudadanos deberán apretarse el cinturón, introducir correcciones en su estilo de vida y los más pobres y desfavorecidos no deben abrigar esperanza alguna.

Por esta vez no se trata de una de las crisis cíclicas que cada cierto tiempo, por efecto del funcionamiento de la economía, suelen presentarse a escala del sistema, en regiones o países, ahora la culpa no es de los resortes más profundos y enigmáticos del mercado, sino de un mal gobierno. Mal administrado el capitalismo también produce desastres.

Las razones de la mala administración no deben buscarse en la incompetencia de los operadores de la economía norteamericana, sino en la ineptitud y la corrupción introducida en los círculos de poder. Bush, Cheney y su administración, los regentes de la Reserva Federal, los grandes banqueros y los magnates de las finanzas y la industria, fueron demasiado lejos al tratar de aprovechar la coyuntura abierta con el infausto 11/S, no sólo para avanzar en la edificación de la hegemonía norteamericana sino para beneficiar a ciertos círculos.

Con total irresponsabilidad y falta de patriotismo, las administraciones de Bush, se lanzaron a la guerra, especularon con ella y, creyendo que se trataba de una apuesta segura, tomaron demasiados riesgos y la aritmética les pasó la cuenta.

Afganistán e Irak no sólo se han convertido en atolladeros militares y políticos, sino también en inmensos sumideros en el que se volatilizan billones de dólares y enormes masas de bienes materiales creados con el trabajo del pueblo norteamericano y pagados por el gobierno con los impuestos de la población.

Todavía Bush, como tampoco ninguno de los candidatos a la sucesión han querido revelarlo, pero hay una asociación obvia: para frenar la crisis hay que parar la guerra. Lo primero es muy complicado, lo segundo más.

Jorge Gomez Barata

El rescate sin salvavidas de Bush o la última utopía neoliberal

Norelys Morales Aguilera

Cuando dos elefantes pelean sufre el césped, cuando hacen el amor, sufre más, reza un proverbio africano que bien el puede aplicarse a esta crisis financiera internacional que todos sabemos cómo ha comenzado, pero nadie cómo acabará. Quizás le ha llegado la hora al festín de lobos del neoliberalismo, a la facilidad con que se creyeron sus utopías apoyadas con poder, medios de comunicación, industria del entretenimiento y dinero, mucho dinero para pocos y penurias para las grandes mayorías. La usura dejó de ser cuestionada y el papel, con tal de tener tinta de dólar, la moneda de cambio universal, Y, entre otros males, visión a corto plazo, falta de políticas sociales, reducciones de gastos para servicios humanos, instituciones bancarias internacionales dictando los destinos de países y disfrute hedonístico del dinero robado a los pobres por las transnacionales.

Este lunes, mientras se desplomaban las bolsas y la preocupación o el pánico por la situación económica en Estados Unidos salía de sus fronteras, el cineasta norteamericano Michael Moore subió a su página una carta abierta en la que afirma que lo más grave en torno a la crisis financiera es que nadie sabe realmente de qué se trata ni cuán profunda es: «Si hasta el secretario de Tesoro Paulson admitió que no sabe cuánta plata se necesita (¡se le cruzó por la cabeza la cifra de US$ 700 mil millones!)».

La denominada ley de recuperación de emergencia y estabilización, más conocida por Plan Rescate, presentado por Bush constituye un verdadero «golpe» para saquear el Tesoro norteamericano. «nada en el plan de rescate hará que baje el precio del combustible que le tienes que poner a tu auto. Nada te va a proteger de perder tu casa. Ni te dará seguro de salud».

En inglés, rescate también significa intervención directa del gobierno en la economía y las finanzas. Obama y McCain acabaron secundando al Presidente porque están convencidos de que el sistema está en juego. Pero la votación en el Congreso fue en contra de la Ley, 228 a 205 votos.

PLAN RESCATE, LA TABLA DE SALVACIÓN DELPRESIDENTE

La sorprendente votación del lunes en el Congreso en rechazo de la ley está siendo presentada como la renuncia a la salvación. El Bush decepcionado del lunes volvió a la carga el martes. Lo mismo ruega que azuza el miedo o trata de tranquilizar. Algo anda muy mal. En un breve discurso a la nación Bush dijo que están ante una situación grave que empeora cada día.

Señaló además, que Estados Unidos sufrirá perjuicios económicos «dolorosos y duraderos» si el Congreso no aprueba el plan de rescate de 700.000 dólares. Bush insistió que el «Congreso debe actuar» y la economía aguarda «medidas decisivas de parte de nuestro gobierno».
Bush solicitó a los representantes republicanos y demócratas que aprueben el rescate, cuando el próximo jueves vuelvan a discutir el proyecto en la cámara baja del Capitolio. El presidente mencionó la espectacular caída bursátil del lunes como indicio de lo que podría ocurrir si no es aprobado el plan de rescate. Llamó a la calma pero utilizó el pánico que se ha empezado a generalizar. «Encaramos -dijo- la alternativa de hacer algo y la perspectiva de penurias económicas para millones de estadounidenses”.

Para los republicanos la culpa de la no aprobación recae sobre el discurso pronunciado por Nancy Pelosi, dirigente de la Cámara, quien dijo «Esta es una crisis que nunca tendría que haber ocurrido. El pueblo norteamericano no fue el que decidió debilitar peligrosamente nuestras políticas regulatorias y de supervisión de los mercados financieros…Ellos no pusieron en peligro la seguridad económica del país y no deben pagar los costos de esta ley de recuperación de emergencia y estabilización», añadió.

Según AFP, algunos republicanos y demócratas se unieron para expresar su oposición al plan del secretario del Tesoro.»Es una ampliación sin precedentes del poder federal, inaceptable, que no nos podemos permitir, que nuestros hijos no pueden permitirse, y que jamás hemos visto en la historia de nuestro país», dijo el republicano John Culberson, de Texas.

La votación de la Cámara se produjo luego de que uno de los principales bancos del país, Wachovia, desapareciera tras una intervención de la administración Bush, que organizó su venta a su competidor Citigroup. Wachovia fue la quinta institución financiera estadounidense obligada a quebrar o ser vendida en las últimas dos semanas, después de Lehman Brothers, Merrill Lynch, AIG y Washington Mutual.

Tras anunciarse el rechazo en la Cámara de Representantes, la Bolsa de Nueva York registró una caída histórica: el Dow Jones perdió 6,98% (una pérdida jamás registrada de cerca de 800 puntos) y el Nasdaq 9,14%.

LA CRISIS BURSATIL Y EFECTO DOMINÓ

En América Latina, el derrumbe de las bolsas también fue histórico. La bolsa de Sao Paulo, el mayor mercado bursátil de América Latina, paró automáticamente sus operaciones por media hora después que su principal indicador, el Ibovespa, perdiera más de 10%, al cierre con una caída de 9,36%, mientras que el Merval de Buenos Aires perdió 8,68%.También cayeron las plazas de México (-6,4%) y Santiago de Chile (-5,49%).

La crisis golpeó por completo a Europa y llevó a la Comisión Europea a instar el martes a Estados Unidos a «asumir sus responsabilidades» ante la crisis financiera mundial.

«Descontamos que la decisión (sobre la adopción del plan) pueda ser tomada muy pronto. Estados Unidos debe asumir sus responsabilidades en esta situación», indicó el portavoz de la Comisión, Johannes Laitenberger. De ese plan dependen no solo la suerte de las empresas norteamericanas sino «la suerte de todo el mundo», agregó.

Según la agencia Reuters, el fracaso en la aprobación del plan luego de una semana de negociaciones reavivó preocupaciones acerca de que la economía estadounidense pueda caer en una dolorosa recesión que arrastre al resto del mundo. «No descartamos una larga y profunda recesión de Estados Unidos, con un severo impacto global», dijo Gerard Lyons, economista de Standard Chartered en Londres.

Los que están viendo la panacea en el salvamento que presenta Bush olvidan que toda la cadena de funcionamiento del aparato financiero ha colapsado, como ha señalado Ignacio Ramonet. La intervención del Estado ha sido el clavo caliente de que se están agarrando para salvar el sistema, pero no hay que olvidar que el mismo privilegia a unos pocos, salva a los más acaudalados. La misma diferencia entre pobres y ricos de un país se da a escala planetaria, gracias a la globalización neoliberal.

Se habla del efecto dominó y otros. No nos podría extrañar, lo que sí está claro es que ha tocado salvar al capitalismo al individuo menos preparado. El peor presidente que haya tenido Estados Unidos desde el punto de vista de su suficiencia intelectual como ética. Ni siquiera ha tenido el coraje de hacerse responsable de sus errores y mentiras, que han sumido a su país y al mundo en más guerras y gastos, corrupción y descontrol del Estado, por el que clama ahora a favor de los más ricos, en el mundo interdependiente de hoy. La nueva utopía es que alguien quedará a salvo con la globalización neoliberal. Y, ahí está la trampa de todo y por donde fallará el rescate. Un rescate sin salvavidas. Es cuestión de tiempo.

(Especial para Cubahora)